MÓNICA LEONOR RODRÍGUEZ RIVERA
UNIVERSIDAD DISTRITAL
Tal vez sucedan cosas que se disfrazan ante nosotros, o tal vez que nosotros mismos disfrazamos. Tal vez vivimos en un mundo que, finalmente, determinamos en ciertas situaciones como otro mundo, como un mundo ajeno y lejano a nosotros, por el deseo de no vivir en él, o mejor, por el deseo de no vivir ciertas situaciones de él. Ese mundo, o quizá esos mundos que posibilitan infinidad de sucesos, de espacios, reflexiones y situaciones entre otros, son los que Sanín Paz nos permite con su obra “Todo en otra parte”, pues desde su estructura narrativa compleja y bien construida a favor de una normalidad, en algunos casos absurda, es decir, de sucesos no trascendentales, espectaculares o impactantes, hace que el lector reflexione lenta y pausadamente aspectos que muy seguramente se relacionan con la realidad, o que relacionará con situaciones que le han circundado de alguna u otra forma. Efecto causado en mí, sin atribuir falsas sensaciones a otros.
Las situaciones que se dan a través de la historia se podrían percibir tan normales y, al mismo tiempo, tan difusas, tendiendo a lo absurdo e infantil, que sus personajes, tal vez cada uno en un mundo diferente de ideas y perspectivas, o mejor representando un mundo diferente, accionan y reaccionan en su entorno afectando ingenuamente y sin dolor el de los demás. Es decir, ¿por qué alejarse de la pareja?, como lo hizo Carlota de un momento a otro –“La propuesta es ésta… dejemos de estar juntos,” [1]. Quizás, porque la monotonía es la base de toda relación, o porque Carlota es una de esas mujeres a las que les gusta innovar en los actos para cerciorarse del sentir del otro, su reacción; o, simplemente, porque es la demostración del desprendimiento del sentimiento por el otro, esa banalidad y frialdad que embarga al hombre ahora, representando, de esta manera, una parte de la mujer que transita por las calles del mundo.
En este sentido, Carlota es la iniciadora de una serie de acontecimientos que, además, están siendo seguidos y registrados por medios de comunicación que se obstinan en determinar estos sucesos como relevantes para la vida de sus participantes y para la de aquellos que la escuchan. Los medios de comunicación vendrían a evidenciar el gremio de poderes que efectúan atentados psicológicos sobre sus víctimas, sus consumidores. Por eso, los medios de comunicación de “Todo en otra parte” no se alejan de lo que realmente sucede en nuestro mundo, o en los mundos que ellos crean para nosotros. Y, uniendo la astuta manipulación de estos medios con la facilidad de transmitir rumores por parte de quienes los escuchan o siguen, aparece la historia de un hombre que está haciendo un perro, y es tal la fuerza de este grupo de trabajo, que no se habla de un hombre que lo está intentado hacer, sino de una frase concreta y segura un hombre que está haciendo un perro.
Las situaciones que cada personaje representa, y que, a mi modo de ver, demuestra un mundo que muy seguramente los hombres viven por fragmentos, son los que permiten armar, articular e identificar el encierro inevitable que éste mismo ofrece, esa caminata a la ¿nada? en círculos devoradores de vida y tiempo, “de la ventana más alta del edificio salía una escalera de incendios que no comunicaba con ningún otro piso” [2]. ¿Será ese el sentir del hombre ahora? Probablemente sí, sólo está el vacío y el camino a lo desconocido que poco y nada interesa, o mejor, que ya se ha vuelto parte de la vida sin percatarse éste de lo relevante de su recepción más que de su percepción. Haciendo que, indudablemente, todo se vea sin la posibilidad de una salida, el definitivo congelamiento de la razón frente a…
Mejor aún, la consciencia de lo que se hace y la fidelidad de esto en cuanto a los efectos que procura, demuestran la facilidad de maquinar y asegurar futuros desenlaces en el porvenir del ser, pues a través de los actos y decisiones se construyen los caminos que finalmente se terminan recorriendo: “Seguiré viniendo hasta que me haya alejado tanto de aquí que parezca que es mejor no regresar. Pero entonces quizás venga otra vez porque habré entendido que no me he alejado como creía, y que al ir cada vez más lejos por el oriente me he ido acercando por el occidente” [3]. ¿Será que hay o no consciencia de lo que hacemos o simplemente son actos que camuflan las reales intenciones? Puede ser, quizás sea todo, no se acostumbra a obrar de la forma racional y certera en situaciones que involucran el descubrir o el dejar al descubierto ese mundo en el que habitan los sentimientos y que, curiosamente, determinan al hombre en algunos casos como un ser más sentimental que racional, a pesar de ser el único sobre la tierra con la posibilidad de razonar.
Sumado a lo anterior, “Todo en otra parte” no sólo mueve o toca esa astillita de los sentimientos, el poder y trabajo de los medios de comunicación y menos de forma aislada sino que, permite una articulación o mejor un tejido de los campos, espacios o contextos que, desde mi lectura, y como lo dije con anterioridad, demuestran un roce sutil y no premeditado al reflejar la realidad del ser. O, por lo menos, así lo percibí.
¿Cómo puede el mundo seguir acontecimientos tan sencillos, tal vez, como la historia de una relación que terminó, la historia de Carlota y Julio, dejando de lado necesidades humanas, conflictos, sucesos de momento con trascendencia implacable e inevitable? ¿Sencillamente porque es así; la realidad de la vida es ésa? El poderío de la frivolidad, de la apariencia, que enmarca el distanciamiento del ser por el ser, permite que todo parezca tan sencillo y, al mismo tiempo, tan cruel que deja de aprobar al ser humano y más bien procura el objeto humano. Es preferible ver un programa en el que un grupo de muchachos viven en una casa discutiendo por cuestiones de belleza, por modales, por mirarse con mucha frecuencia en el espejo o, en el mejor de los casos, el conflicto se da tan sólo por alcanzar la fama. No tendría la misma audiencia un programa de carácter humano en el que se le ayuda a una población de bajos recursos, a niños que reciben la ayuda médica oportuna y sin costo, o uno en el que se le ayude a toda la población desplazada que ha tenido que vivir escenas tan aterradoras, que a nuestros oídos podrían ser poco creíbles por su misma magnitud.
Entonces, si en un comienzo del libro se hablaba de Los Mundos como,… “un periódico, una emisora de radio y un canal de televisión. Y que, en el lugar donde mejor funcionaba hubo un tiempo en el que no pasó nada importante. No había noticias que escribir ni temas de que hablar, aparte de Julio y Carlota y del hombre que estaba haciendo un perro” [4]. Se podría pensar que, simplemente, todo era color de rosa, todo era tranquilidad en el mundo, pero en el momento en que Carlota se encuentra secuestrada en el Teatro Dubrovka, en medio del suceso y del diálogo con el artista, quien le traducía todo cuanto sucedía allí, y de ver a los demás secuestrados contando por teléfono cada detalle del hecho, ella reflexiona diciendo “Me imagino que hasta ahora el mundo se ha olvidado de esta guerra de chechenia. ¿Quién no se habrá olvidado? A esta hora se habrán acordado los que tengan que acordarse. Pero en vez de pensar en la guerra, nos imaginan a nosotros. Tratan de adivinar qué hacemos mientras esperamos, si hablamos o no hablamos” [5].
Desde esta contraposición de situaciones y expresiones, es evidente para mí que la historia reflexiona, analiza y resalta el momento de vacío por el que el hombre está pasando. El hombre actual, está girando en círculos, está caminando hacia la nada, vive una serie de situaciones totalmente superfluas que encarnizan el desprendimiento del ser por el ser. Se centra éste en situaciones y acontecimientos poco relevantes para la vida, mientras que el mundo se está acabando y la vida con él. ¿Quiénes quedarán al final? ¿Quedará alguien o algo al ritmo en que se está viviendo?
Y, precisamente la forma o formas de vida que se están llevando son las que los personajes representan, desde mi lectura, a través de situaciones normales, extrañas, vacías o inmaduras. ¿Acaso en estos momentos no se cambia de pareja como cambiarse de medias? Es esto lo que ocurre en la novela cuando los conocidos de Carlota son secuestrados en su casa para que los trabajadores de Los Mundos logren de ellos información del Hombre que está haciendo un perro. A diario se escuchan historias sobre desamores, sobre hombres que hoy están con una mujer y mañana con la amiga de ésta, o con la esposa del amigo, o con la esposa del bandido que mata por nada, o con la prima, en fin, con todas y con todos. Tal como ocurre en la novela. Se cambian de pareja sin mayores pormenores, y de la forma más fácil, sin resentimientos, ni muestras de dolor. Es más, hasta la relación de dos hombres se conforma en estos saltos de pareja tan jocosos: Luis y Pedro. Tal cual está ocurriendo y no hay mentiras.
En este sentido, Ana también participa de esa realidad, de esa forma de vida que abraza al ser por diferentes circunstancias o motivos que justifican la misma. Muchos son los niños que están descuidados por sus padres, no tienen educación, ni comida y, mucho menos, tiempo dedicado a ellos para demostrarles que cuentan como hijos. Tal como en la novela, Ana, la madre de Flora, acepta tranquilamente que tenía a su hija descuidada, que ni siquiera la tenía estudiando y que se ocupaba más de ella su padrino, Julio. O el caso de Rubén, quien sumisamente toma la responsabilidad del hijo de su hermana, pues no sabe quién es el padre, ya que se acostó con tres hombres en un periodo de tiempo muy corto. Esto es lo que está ocurriendo, se hacen cargo de los niños las personas más allegadas, en el mejor de los casos, o, simplemente, quedan a la deriva de lo que les pueda pasar. Llevando una vida de peligros, sin cuidados y consejos que construyan o intenten formar un ciudadano que pueda satisfacer sus necesidades sin hacerles daño a otros. ¿Tendrá esto que ver con las escenas de violencia que a diario vemos y en la que están involucrados menores de edad?
Por otro lado, Flora, la niña de la historia, participa en la misma como si no lo fuera, como si no fuera una niña, conversa con los adultos a través de diálogos inmaduros y, al mismo tiempo, pertinentes para la historia o el momento por el que esté pasando ésta. Y ese descuido, tanto en la novela como en la realidad está haciendo que los niños, como se dice coloquialmente, “maduren biches”. Ellos están participando de las situaciones de los adultos de la misma manera y, de alguna forma, están recibiendo también sanciones aún más drásticas, pues no tienen la madurez suficiente para asimilarlas.
De esta manera, el texto “Todo en otra parte”, al contrario de lo que la autora afirma frente a sus personajes, determinándolos a estos como básicos, realmente no se terminan percibiendo así, o mejor, dentro de la novela sí, pero fuera de ella no. Ellos, desde sus simplicidades, tocan una partecita de la realidad que Sanín, a través del lenguaje y del manejo que hace de él, refiere la realidad de manera posible sin recurrir a grandes acontecimientos. Sólo plantea situaciones que en algunos momentos, se pueden ver como absurdas pero que, en realidad, son un entremés de todo cuanto ocurre en nuestro mundo, o en esos mundos que vivimos por pedacitos.
Y a propósito de pedacitos, el periódico, la emisora de radio y el canal de televisión, es decir, Los Mundos, simbolizan cada una de las formas que se nos presentan como consumidores para enmarcarnos en un espacio específico, con una forma particular de hacer llegar la información, pero con una intención quizás similar. Al fin y al cabo, cualquiera de estos medios, en la novela, se centra en hacer llegar la información de Carlota y Julio, además del hombre que estaba haciendo un perro, sin importar las medidas a tomar para conseguir la misma, por ejemplo secuestrar. Ahora se secuestra mucho en Colombia. También, enviar espías, como lo hizo Susana. Últimamente, en Colombia se habla de infiltrados, tanto en la política, como en la universidad, en los barrios aledaños de Bogotá, etc., etc. Parece ser que “Todo en otra parte” nos permite pensar en la realidad colombiana desde cada uno de sus personajes y sus diferentes experiencias, ya que, a partir de las relaciones, conversaciones y contactos con los que nos rodean, nos damos cuenta del ritmo de vida tan particular y especial de cada uno, permitiéndonos una comparación, o mejor, una relación de lo que se plasma en el texto con la realidad.
NOTAS
[1] SAÍN PAZ, Carolina. “Todo en otra parte”. Bogotá, Planeta, 2005.
[2] Ibíd. p. 17.
[3] Ibíd. p. 34.
[4] Ibíd. p. 11.
[5] Ibíd. p. 203.
Fotografía: Andrés Torres Guerrero.
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